¿Alguna vez te has preguntado de dónde viene los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG por sus siglas en inglés), que ahora se utilizan en más del 25%1 del total de activos en administración? La respuesta corta es que vienen principalmente de las listas de control de buenas prácticas mantenidas por un puñado de grandes agencias de clasificación.
¿Pero de dónde obtuvieron las agencias sus listas de control? Principalmente a partir de los resultados de un puñado de fuentes a fines del milenio pasado, incluyendo el “Triple balance” de John Elkington, la lista de “las 100 mejores compañías para trabajar” y los Principios para la Inversión Responsable de las Naciones Unidas. ¿Pero de dónde surgieron estas fuentes?
Hace 65 años, Peter Drucker escribió lo siguiente en su emblemático libro, La Práctica del Management: “Lo más importante es que la administración de una empresa se dé cuenta de que debe considerar el impacto que cada política y acción de negocio tiene sobre la sociedad”.
Si bien Drucker hubiese aplaudido el alza en las inversiones basadas en criterios ESG, la habría promovido como parte de una visión más amplia y holística de “responsabilidad social”. Para Drucker, la responsabilidad social comienza con el cliente. Después de todo, el autor austriaco escribió que “es para proveer al consumidor que la sociedad confía recursos que producen riquezas a las empresas”. Drucker también opinaba que una compañía debe cuidar a sus empleados y sostenía que “si el trabajador y el trabajo se administran mal” esto es “en realidad destructivo para el capital”. Drucker aconsejaba que las compañías deben buscar constantemente la innovación, no meramente para aumentar sus ingresos, sino que para cumplir su rol básico como “órgano específico de crecimiento, expansión y cambio” en la sociedad. En todos estos temas, Drucker estaba décadas adelantado a su tiempo y anticipaba una época en que 80% del valor de una compañía asumiría la forma de intangibles que no aparecen en el balance contable.
Esto no quiere decir que para Drucker la solidez financiera no fuera importante. La “primera responsabilidad” de una empresa, declaró Drucker, “es ser rentable”, a fin de cumplir su rol como “el órgano creador y productor de riqueza en nuestra sociedad”. En última instancia, Drucker supo que la responsabilidad social sería la máxima expresión del propósito de las empresas en lugar de una cuestión de bienestar secundaria, un presagio del concepto actual de “valor compartido” y la base para el S&P/Drucker Institute Corporate Effectiveness Index. “Es responsabilidad de la administración”, escribió Drucker, “hacer que aquello que genuinamente promueve el bien común se convierta en el interés propio de la compañía”.